HAZ EL AMOR Y NO LA GUERRA
Bienvenidos a la primera entrega de este nuevo espacio: Memorias de un Eurofan, que substituye a la antigua Columna de la Paka, la cual sumó 101 columnas a lo largo de tres años. La susodicha Paka desaparece de la escena para cederme el testigo a mí, Juan Manuel Jiménez, que soy eurofan desde 1990 y llevo más de un cuarto de siglo amando nuestro querido Festival de Eurovision. Así que basta de pseudónimos y a partir de ahora yo, en primera persona, os ofreceré mis recuerdos, anécdotas, impresiones, valoraciones, sentimientos, sensaciones, deseos e ilusiones; con la esperanza de que compartáis vosotros conmigo los vuestros y disfrutemos en familia de nuestra mayor pasión: Eurovision.
Ciertamente, al más puro estilo Evridiki en 1992 interpretando Teriazoume y haciendo al respetable aplaudir con dos falsos finales, no puedo empezar esta nueva andadura y finalizar mi actuación anterior sin cerrar el capítulo que dejé abierto la temporada pasada. Ya que cerré en falso y no os presenté una columna con las conclusiones que obtuve de la última edición celebrada en el clásico Globen Arena en Estocolmo. Aunque siendo sincero, me alegro de no haber escrito todas las impresiones que recibí en aquella semana, impactos calientes derivados de la emoción del momento y del exceso de información que nos colapsa durante los primaverales días de mayo. Ahora, tres meses después de que haya finalizado la sexagésimo primera edición de Eurovision, tras dejar reposar los resultados y con la mente fría, os ofrezco los principales titulares que permanecerán en mi memoria para los restos.
¿Listos? ¿Preparados? Venga, preparad la tacita de té como haría Lys Assia cuando se predispone a diseñar su top cada año para luego recibir palos a mansalva, o si no os van las infusiones, enganchad cualquier plátano que tengáis a mano como haría Dana Internacional para calmar la ansiedad mientras hacemos un intenso viaje por todo lo acontecido en Estocolmo.
¡A la sexta va la vencida! Me alegra que por fin Suecia celebre un festival a la altura de sus posibilidades dando una lección a sus hermanas nórdicas y a Europa en general sobre cómo realizar una inversión económica bastante austera y comedida, de un total de 13,5 millones de euros, y sin embargo obtener un conjunto final que parecería propio de haber destinado un montante económico final como los de Bakú (100 millones de €), Moscú (30 millones de €) o Düsseldorf (37 millones de €), entre otros… La primera potencia de la actualidad eurovisiva por excelencia me ha recordado siempre a Corinna May en una tómbola, dando palos de ciega a una piñata sin acertar ni uno de los cinco años en que les tocó organizar el evento (1975, 1985, 1992, 2000 y 2013), o al menos esa es la sensación que transmitió siempre por televisión, la de frialdad y desaprovechamiento de los recursos. Solo salvaría la obertura del año 2000 con el inolvidable ¡Welcome Europe!
El escenario es por primera vez protagonista para la SVT que hasta ese momento había presentado el sencillo espacio monocolor en azules que simulaban las olas del mar en 1975, la deforme y gigante localización imposible de comprender en el Scandinavium de Gotemburgo 1985, la abierta proa de un barco vikingo con cabeza de dragón incluida y logo clásico de festival en el suelo de Malmö 1992, el sobrio escenario del año 2000 que contaba con elementos móviles que quedaban desangelados en un entorno minimalista, y por último la copia barata en Malmö 2013 inspirada en los escenarios de 1997 y 2003 con proyectores de valor incalculable que no brillaron especialmente… Este año por fin han comprendido que el escenario es el primer punto clave y fundamental para que el certamen funcione y conquiste a los telespectadores. Hoy en día que la sociedad en general (que no los eurofans en particular) se nutre de productos de usar y tirar, que consume estética superficial con la que sea innecesario el pararse a profundizar, que valora positivamente un concurso en el que canciones mediocres brillen en un escenario magnificente llegando a parecer temazos, mientras que obras maestras de la música pasan desapercibidas con escenografías sencillas y escenas insignificantes, Eurovision necesita escenarios colosales que ofrezcan recursos de todo tipo. Claro ejemplo de ello son las candidaturas ganadoras del jurado y el televoto en esta edición, Australia y Rusia respectivamente.
Me gustó mucho el desfile de moda a ritmo de grandes éxitos de la tercera industria musical del mundo, la sueca, con los pesados trajes de papel y las iluminaciones con colores de las banderas. Miss Eurovision 2016 fue sin dudarlo la armenia Iveta Mukuchyan y el Mister el húngaro Freddy. Mención especial merecen la ordinaria maltesa Ira Losco que llevaba un estilismo desacertado para su avanzado estado de gestación, los fumadísimos georgianos que pasaban por allí o el pokemon alemán que ya habrá sido cazada por todos los usuarios teutones de la aplicación de moda en estos días. Personalmente considero que no han superado al desfile de Copenhague en el que Ruth Lorenzo fue la más destacada, pero si han mejorado los de 2013 y sobre todo 2015. En Viena era un cuadro eso de atravesar el estadio y subir y bajar escaleras, sobre todo contando con la discapacitada polaca en la lista, puesto que tuvieron dos meses, desde marzo hasta mayo, para modificar la escenografía y hacer unas rampas o algo que dignificara la figura de los discapacitados. Fue una vergüenza observar que en un show visto por doscientos millones de personas no se tomaron medidas relativas a esta realidad que vivimos en la actualidad. ¡Veis, me voy por los cerros de Úbeda! … ¡Llevaba tanto tiempo callado! … ¡Si hubiera permanecido así más de un cantante que pisó el suelo de Eurovision otro gallo cantaría! o justo eso es lo que no hubiera cantado, el gallo que tuvimos que escuchar más de una “beth”.
Ya que estoy en plan hater, odio que los suecos abusen de los intermedios para meternos morralla a saco. Es una vergüenza que haya habido alrededor de tres cuartos de hora de narcisismo vikingo y egocentrismo “björkmaniano”. Al igual que tampoco me gusta que no se interprete la canción ganadora del año anterior en la final del sábado, sino que se hace en la primera semifinal… Estos se piensan que todo el mundo es como ellos, y claro luego llegan nuestros ignorantes compatriotas, que no se acuerdan ni quién ganó el año anterior, y mucho menos saben de la existencia de las semifinales, y se pasan la noche dando por saco con preguntitas… Y para terminar de quejarme a gusto, el colmo de los colmos es que venga una figura del pop internacional, mediático por supuesto, pero desconocido y desconocedor del festival a su vez, a cantarnos su single que nos importa un pimiento. ¿Dónde están Sarah Dawn Finer y su increíble versión del éxito de ABBA: The winner takes it all? A mí que no me vendan historias, quieren colocarles a los estadounidenses el AmericaVision de modo que Christer Björkman llegue a ser el nuevo Barón Pierre de Coubertin de la música para poder hacer las olimpiadas sinfónicas, o lo que leches tenga en el cerebelo nuestro querido semidios nordico.
En cuanto a las actuaciones, imagino que estaremos de acuerdo en que ha habido un altísimo nivel en la final, con gran variedad de estilos y escenografías elegantes alejadas de circos y excesos. Desgraciadamente eché en falta un par de canciones o tres. La injusticia, para mí e intuyo que para la gran mayoría, de la primera semifinal fue la eliminación de Islandia, mientras que en la segunda gala clasificatoria las decepciones vinieron de la mano de Noruega y Macedonia, pero ya sabemos que no siempre llueve a gusto de todos.
- Bélgica: Contó con una canción presentada en el momento perfecto pero con un directo mediocre que los alejó de la parte alta del top, es un claro ejemplo de como una canción fácil pesa más que una ejecución regular. España debería haber hecho lo que hizo la belga, aunque el carisma es algo que no se compra ni se vende, y de eso la Tesoro iba sobradísima.
- República Checa: Ya sabemos la leyenda urbana del actuar en segundo puesto, y van los organizadores y se lo aprietan al país con peores resultados de la historia… ¡Eso es deportividad! La Guncikova dio lo mejor de sí misma y pisó uno de los escenarios más bonitos y geométricos del año, pero por mucha melena al viento que se soltara no contaba con una balada de gran calado.
- Países Bajos: Él tiene mucho ángel y su americanada es muy del estilo de las que funcionan con los europeos que siguen el festival. Correcto y elegante con el guiño del reloj en sentido antihorario. Ruego por favor que dejen de presentar temas de este corte año sí y año también. ¡Me aburren!
- Azerbaiyán: Actuación digna de Britney Spears o cualquier tipeja de estas sueltecitas que aman el buzo encarnado con transparencias de brilli-brilli y movimientos de culamen y twerking. Estuvo en la final por ser el país que es, pero esto lo presenta el país anterior y se quedan últimos de la semifinal.
- Hungría: El atonta a cualquiera y conquistó al público con su belleza de Adonis, si bien no tenía el guapo tan subido como en la semifinal. Seamos claros, esta actuación desprende sexualidad y feromonas durante los tres minutos. Cantó como nunca lo había hecho y mejoraron errores escenográficos con respecto de la semifinal, pero me sigue sobrando el tío del timbal.
- Italia: Una vergüenza de espectáculo con una cría que fue un pato mareado y que llevaba un gallinero en la garganta. Y encima parece el cisne del estanque. Con todo el barroquismo de Bernini a modo de columnas de juguete “Paca la Gorda” o sea Francesca Michielin se marcó una actuación digna de sacar cero puntos, pero claro, lucía la bandera italiana. ¡Vergoña!
- Israel: Todo lo contrario sucede con el magnífico ejemplo del israelí y su trabajo desde marzo hasta mayo para brindar una de las presentaciones más bonitas del año. Quizá en el mejor escenario brilló con una estética muy bien pensada y un espectáculo sobresaliente.
- Bulgaria: Simpatía en estado puro. Gran ejemplo de cómo la experiencia es un grado y hay que ir a pasárselo bien y sin miedo ni preocupación. Sonidos actuales con un estribillo que se graba con facilidad fueron las armas de Poli Genova, alias la “quitamiedos” por eso de señalar la carretera en la oscuridad, para alcanzar la mejor clasificación para su país en la edición senior.
- Suecia: Son muy inteligentes. A pesar de que hayan presentado dos plagios seguidos saben muy bien la manera de readaptar canciones que triunfan en el mercado internacional. Para pisar in extremis el top 5 la copia fue combinada con el sello personal del desgarbado Frans y el uso opuesto de un escenario opulento que se apagó por completo para dejar la escena el negro. ¡Listos, que sois unos listos!
- Alemania: Merecido último puesto el que recibió el dibujo manga que subió al escenario del Globen sin concepto alguno, con una escenografía que era el propio fantasma que daba título al tema. A ver si los alemanes aprender a elegir otro método de selección que les haga dejar de ser el hazmerreír de toda Europa.
- Francia: Iba todo perfecto hasta que presentó su propuesta escénica y todos sentimos que faltaba algo. Tal vez las chicas de las panderetas, tal vez una coreografía que acompañara a los “you”. Pero sumando su carisma, la melodía de la canción, el precioso espacio interestelar, y la lección de skateboard no daban para levantar el micrófono de cristal.
- Polonia: La sorpresa del año sin duda alguna, y no porque la canción y él no fueran buenos, ya sabemos que la balada tenía una melodía dulce y cadenciosa y Michal una voz portentosa y apabullante, pero siempre pensamos que su estética echaría para atrás. Cada año tropezamos con la misma piedra, no aprendemos que los europeos se dejan sorprender por estéticas ambiguas… Parecía ser una canción de jurado que demostró estar apoyada por el público soberano.
- Australia: Siendo fieles a la verdad es la justa ganadora, aunque de votos hablaré después. Un ejemplo de como un nuevo integrante de la ceremonia musical va a por todas e innova para dar en los morros a los antiguos dueños del reino que se quedaron en el pleistoceno del siglo pasado. Directazo con una puesta en escena y vestuario perfectos. Los aussies van a ganar muy pronto, si es que siguen en el redil…
- Chipre: O cómo destrozar un tema roquero con un cantante de rock que no tiene voz y que pierde su esencia por los arreglos propios de Suecia. Nunca entendí su pase a la final, me parece injusto y desacertado, pero lo que peor llevo es que el señor solista principal se considere cantante del género que lleva por bandera.
- Serbia: La loca del moño iba pasada. No solo con el acoso que le hizo al pipiolo británico, sino con su histrionismo escénico que no concordaba para nada con lo que estaba cantando. Seguramente hubiera funcionado mejor si en vez de imprimir tanta fuerza en contra de su maltratador hubiera volcado debilidad y delicadeza al asunto… Al húngaro de 2014 le funcionó…
- Lituania: Otro que se nota que había aprendido de su aventura en Bakú y fue con una candidatura que destacó en el momento adecuado, ya que de primeras parecía una presentación del montón. El lindo Donny de perfil aniñado enamoró con falsa adolescencia en una puesta efectista y de gran colorido.
- Croacia: Estaba claro que iba a formar parte de la lista en la que está Lydia, la de ganadoras del Barbara Dex, claro está. Personalmente el traje me hace gracia y le he cogido mucho cariño, pero el primer impacto es el que fue, el de hartarse de reír con memes y chanzas. Lástima de indumentaria que tiró por tierra todas las posibilidades de top 10 que tenía el faro balcánico.
- Rusia: Iban a por todas pero faltó alma y sentimiento. La propuesta del equipo eurovisivo por excelencia (Kirkorov/Kontopoulos/Evangelinos) merece obviamente sendos sobresalientes en la perfección en la ejecución y el grado de dificultad. Dos aspectos que siempre impresionan a un público ávido de sorpresas y espectacularidad pero que son mirados con lupa y machacados por el jurado, poco amigo de artificios y excentricidades. Sergey estaba encorsetado, muy tapado y bastante heterosexual, y este chico necesita una candidatura como su Take it off para ganar… ¡Quizá lo presente en unos meses puesto que se rumorea que volverá!
- España: Se hizo todo lo que se pudo, o al menos así lo siento, pero es muy poco comparado con lo que hacen los demás. Vamos acercándonos al ideal de contemporaneidad musical que se tiene en Europa. Luchamos año tras año pero no damos con la fórmula mágica. Unos piensan que por falta de interés del ente público, otros que por la manía que nos tienen, yo a título personal creo que todo es debido a la idiosincrasia del pueblo español y la cultura y educación que se transmite generación tras generación. ¿Cómo vamos a luchar por traernos el trofeo de cristal si llevamos casi un año sin gobierno, los deportistas y las federaciones no reciben las subvenciones suficientes, se premia la vagancia, el abuso y la picaresca? ¿Sigo?… Bueno, lo que está claro es que el tema “España 2016” merece su propio spin off o secuela aparte.
- Letonia: Por mucho que Aminata fuera mejor considerada, yo me quedo con la propuesta de Justs. Me conquista el ritmo del tema, su interpretación, la elegancia de la escena. Además es estuvo bastante comedido y sin la cara de colocao que se gastó en la semifinal.
- Ucrania: Fue la mejor, así que me alegro que ganara aunque fuera de rebote y por chiripa. El destino de Jamala era ganar el festival. Lo hubiera conseguido en 2011 con Smile y por goleada, pero el destino que guardaba algo aún mejor, dar a Rusia en toda la cara haciendo el amor y no la guerra. El mejor directo, la mejor interpretación, la mejor puesta en escena, el mejor multimedia, la mejor letra, en definitiva el mejor conjunto en términos generales. Una ganadora redonda que no pasará a la historia del certamen por ser la más popular, como le pasó a Molitva, Why me?, Ne partez pas sans moi, Apres toi o Mercie Cherie, pero que quedará para nuestro baúl de los recuerdos y nos rememora la esencia del festival que a veces sentimos que se pierde entre tanto atrezo.
- Malta: Nunca he entendido su resultado en la semifinal y la valoración del jurado. Reconozco que la canción está bien, que Ira tiene muchas tablas y que el inicio es impactante, pero más allá de eso es un tema que se desinfla según va avanzando… Lo único que me cuadra es que le benefició considerablemente el que los suecos pusieran a sus paisanos autores en un buen puesto de salida.
- Georgia: Cada año tiene que haber un tema indie, raruno, para eurofans sibaritas de esos que se creen que su gusto está por encima de los del resto, y este año los seguidores más fashion eran los que apoyaban la candidatura georgiana que dio el campanazo al colarse en la final por poco. Gran resultado para unos flipados que se quedaron en la psicodelia de los años setenta, que transmitieron que el festival les importaba un pito, y que nos han enseñado que la diversión viene por consumir drogas blandas y estupefacientes como si estuvieran en el FIB (Festival Internacional de Benicàssim).
- Austria: La lolita austriaca. La dulce Zöe de aire naif que tenía más que estudiado el perfil que tenía que mostrar para conquistar a los votantes. Digna sucesora de Judy Garland en El mago de Oz hizo una actuación no apta para diabéticos acelerados en la que los eurofans del foso fueron pieza clave para la realización. ¡Qué importante es presentar una canción que pueda ser el tema estrella del euroclub y luego eso se aplique en el directo! Pero su precaria voz y el delicado directo con el que cuenta la chica hicieron que el jurado le diera bien para el pelo.
- Reino Unido: Me indigna que este país presente estas cosas. Pero dejando a un lado mi depresión por ver como hace aguas el Reino Hundido, he de decir que la canción no es mala, podría haber funcionado mejor si hubiera tenido otros intérpretes con más garra y desparpajo. Quizá el niñato británico estaba acongojado por la persecución serbia…
- Armenia: De no haber ganado Ucrania, esta debería haber sido la propuesta triunfadora, bandera de Nagorno-Karabaj incluida. Me revienta que no estuviera en el top 5 en lugar del alicaído Frans, pero es cierto que Iveta no estuvo en la final tan pletórica como en la semifinal y la realización fue también mucho más desacertada. Lovewave es una canción que no entra con facilidad, pensada para hacer una escenografía en directo, como la de Aram MP3. El día que Armenia encaje un show como los que acostumbra con un tema que entre en el oído a la primera, se llevará el gato al agua, lo tengo claro. Coincidiréis conmigo en que uno de los momentos que guardamos para el recuerdo es el despliegue de “Ivetas” como si de una onda expansiva de amor se tratara.
Para finalizar seré breve con el tema de las votaciones porque está muy manido y la conclusión final siempre es la misma. La metodología que se ha utilizado este año de separar el jurado y el televoto es brillante, aunque me gustaría que los votos del televoto se dieran más despacio y no solo los del top 10. Pero hasta que no se vote del 1 al 25, es decir, dejando a una canción con cero puntos, para equilibrar a los países que están en la final y no se pueden votar a sí mismos; no veremos un resultado realmente justo en todos y cada uno de los puestos. Porque es cierto que solo uno queda primero, pero del 2 al 26 también importan. Para el artista y para los televidentes es fundamental como se termine en el ranking. No es lo mismo ser 21º que 11º, ni 22º que 15º… Así pues, esperemos que se olviden de la marca “douze points” y acepten y asuman que hay que seguir puliendo el sistema de votación. Mientras tanto os recuerdo que “Eurovision es música y la música es para disfrutar. Así que disfrutemos de Eurovision.”
¡Gracias por abrirme vuestras puertas de nuevo a través de la pantalla del ordenador!
Eurobesos para todos.
Firmado: Juan Manuel Jiménez Díaz
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